«Nistagmo social»

mirada

Hay una enfermedad neurológica que se denomina Nistagmo. Se trata del movimiento involuntario de los ojos, una alteración en el equilibrio de los movimientos oculares que evita que permanezcan enfocados en un punto fijo. Desgraciadamente, en la mayoría de los casos, esta enfermedad no tiene cura, aunque se han venido ensayando algunos tratamientos farmacológicos o quirúrgicos. Tal vez nos pueda servir de ejemplo simbólico para lo que quiero compartir con ustedes en vísperas de la Jornada de los Pobres este 19 noviembre de 2023.

Se acostumbra a hablar de la invisibilidad de la persona pobre. La invisibilidad de las personas sin hogar. Decirlo de esta manera, tal vez, remita el fenómeno al pobre que, por alguna circunstancia es invisible. Como si no pudiera ser visto porque él es invisible o la pobreza lo invisibiliza. ¿No será nuestra mirada la que se ha incapacitado para mantenerse enfocada y reconoce que frente a nosotros no todo es brillo, gozo y esplendor? ¿No nos ocurrirá que se nos ha ido desarrollando una nistagmo social que nos impide dejar de saltar de una luz a otra sin fijar la mirada en el dolor ajeno? Ellos no son invisibles; yo estoy enfermo.

Para este año, el Papa Francisco ha elegido, como lema de la Jornada, un consejo que el viejo Tobit le hace a su hijo Tobías: “No apartes tu rostro del pobre” (Tb 4, 7). Porque verlos solo será posible si tu rostro no se aparta de ellos. Si giras la cara, si te entretienes con otras realidades, si no tienes la serenidad concentrada de unos ojos fraternos, no los podremos ver. Y no por su su-puesta invisibilidad, sino por nuestra enfermedad insolidaria.

Me marcó una frase de una persona que iba caminando al Albergue de Santa Cruz y que, tras una breve conversación, se despidió de mi con una frase que aún me arde: “Gracias por hablar conmigo”. No le pude ayudar en nada material de lo que necesitaba, y sin embargo se despidió agradecido. Tal vez porque entonces no volví el rostro y miré para otro lado. No tiene mérito por mi parte, porque ese juego al despiste que invisibiliza al pobre lo he jugado muchas veces en mi vida. Tal vez para evitar el sufrimiento de la empatía o por tener cosas urgentes que hacer. Rostro y mirada. Dirigir el rostro y fijar la mirada. Para poder ver. Para ver con claridad.

La pobreza es conceptual; lo que realmente existe es el pobre. La enfermedad se estudia en los libros, al enfermo se le cuida y atiende en persona. No solo es un problema; la pobreza tiene nombres concretos, y los pobres son personas. En las ideas se piensa, a las personas se las mira. Y una mirada iluminada por el dolor ajeno baja de la cabalgadura y venda heridas. Porque lo que haga-mos con uno de estos humildes hermanos, con Él lo hacemos. A Jesús lo podemos ver también en el rostro del prójimo que necesita.

El Papa nos invita a usar el colirio de la pobreza para no ser inmunes a los pobres. Si no nos falta nada nunca, si huimos de cualquier sufrimiento o dificultad, no nos extrañemos que rehuyamos la mirada y retiremos el rostro. No pretendo general un sentimiento de culpabilidad. Tal vez una llamada a estar atentos, sí. Los sentimientos de culpa son útiles si nos sirven para el cambio, para mejorar. Esta enfermedad de insolidaridad social suele ser, como el nistagmo, un movimiento involuntario, inconsciente, espontáneo. Pidamos al Señor que nos haga conscientes de ello y que la Jornada de los Pobres de este año nos ayude a no retirar el rostro de las personas pobres.

 

Juan Pedro Rivero González
Delegado de Cáritas Diocesana de Tenerife