El Modelo de Acción Social (MAS) no es un conjunto de recetas o una colección de soluciones para la acción social. Es un fundamento y una calzada que sólo adquiere sentido al ser pisada, al ser transitada por las personas y las comunidades. Nos gustaría decir, de manera plástica, que el MAS no es un documento terminado al que, por tanto, sólo le falta que lo apliquemos, sino que sólo existe y tiene fecundidad si lo construimos al ser vivido y experimentado. No es una metodología para la acción social, es un horizonte, una perspectiva y una presentación para cualquier acción que pretenda dignificar a los últimos de nuestro mundo.
Dicha perspectiva crece desde unos fundamentos densos y
arraigados en la verdad, como nos pide Cáritas en veritate (Cfr. n.2). La dignidad de la persona y el Amor de Dios que nos mueve y sustenta en la Iglesia es signo y testimonio para los pobres y excluidos de una realidad nueva y trascendente. Como bien nos advertía Pablo VI, “entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes” (Evangeli nutiandi, n.31) que deben cimentar la acción de los cristianos.
Estos cimientos nos permiten releer y redescubrir la realidad empapada de oportunidades, preñada de capacidades y posibilidades para el Amor y el compromiso social en todas las personas.