Distinguir en calendario los período lectivos y no lectivos es, junto con la búsqueda de los posibles puentes laborales, una de las actitudes más lógicas al inicio del curso. Así nos ubicamos bien y vamos alimentando la esperanza anhelando unos días de descanso especiales a lo largo del año. Y ahora nos llega Semana Santa, con sus días no lectivos y con su puentecillo.
Me pregunto si en Cáritas Diocesana de Tenerife la Semana Santa, en general, y el Triduo Santo, en particular, es un mero puente laboral. Que lo es, lo es, pero que para Cáritas sea un mero puente laboral es una incoherencia con nuestra concreta identidad. Porque estos días celebramos lo que somos. Los fundamentos de Cáritas están clavados a la cruz que se elevó el primer viernes santo de la historia. Lo que somos está sobre el mantel de aquel primer jueves santo en el que Alguien dijo un haced vosotros lo mismo que salpica nuestra acción social. Porque la alegría de la madrugada del domingo nos recuerda que la esperanza tiene la última palabra y que el triunfo de todo es la vida.
No es un puente. Es el pozo de donde sacamos el agua que riega los surcos de nuestra actividad a lo largo del año. Cuando se escucha que existe un mandamiento nuevo, que lo viejo ha sido vencido por la fuerza de la debilidad de un cordero, que amar al prójimo es la forma adecuada de las relaciones interpersonales, nos hundimos en los cimientos de la identidad de esta casa que cumple en nuestra diócesis setenta años de institucionalización.
No es un puente, a no ser que sea entre las dos orillas que unen el cielo con la tierra, los humano y lo divino, el sueño de Dios y nuestra precaria y raquítica respuesta histórica. Más que un puente, entonces diríamos que es un acueducto que nos alcanza las aguas frescas del corazón divino a esta tierra resquebrajada por la sed de paz y de dignidad.
Vivamos la Semana Santa donde quiera que estemos. Reservemos un rato para entrar con Jesús en la sala de la última cena y recostarnos en su costado. Dejémonos lavar los pies y dejémonos instruir por su ejemplo. Reservemos un rato para contemplar el madero de la Cruz, ese árbol donde la vida empieza con su peso cosido a su corteza. Reservemos un rato para dejarnos despertar por la vida que no acaba y que rompe las puertas del sepulcro haciendo posible el sueño divino desde el principio.
Porque si lo hacemos así, a partir de ahora descubriremos cómo la isla de la Palma ha sido espacio de misericordia y compasión, cómo Foessa ha sido un milagro de quien pasó haciendo el bien y curando a los esclavos del mal; cómo el 70 aniversario es una ocasión de gratitud y, a la vez, un estímulo para seguir haciéndolo mejor, como la Memoria de 2021 no es una chapa de honor en nuestro pecho, sino un grito de gloria a Dios en el Cielo que rompe el silencio cuaresmal. Todo cambia cuando Jesús inaugura el cambio.
Otros pueden hacerlo. Nosotros no concebimos la Semana Santa como un mero puente.
Juan Pedro Rivero González
Delegado de Cáritas Diocesana de Tenerife
Actualizado 11 abril, 2022