Con una amplia trayectoria en el ámbito jurídico y social en su país natal, Venezuela, Naigiber Gutiérrez -o Nai como la llama la mayoría-, llegó a España a mediados de 2019 junto a su esposo y su hijo cargados de sueños. Con la ilusión de “recomenzar nuestras vidas”, en lo individual y familiar, comenzaron una nueva etapa que, al igual que para muchos de sus compatriotas y personas migrantes, resulta muy complicada.
De adolescente -ahora tiene 45 años- pensó en hacer Turismo, pero su padre, que lo define como su “guía y mentor de vida”, la “alentó”, después de una larga conversación, para que estudiara Derecho y se hiciera abogada. “Al graduarme di tropiezos porque no sabía cómo enfocar mi profesión, hasta que un día comencé a trabajar en una institución de viviendas de interés social, lo que hizo orientar mi carrera profesional a la ayuda de las personas más vulnerables, “tratando de aportar con mis conocimientos en leyes para ofrecer oportunidades y soluciones a quien más lo necesita”.
Gente maravillosa en el camino
“Aunque siempre fuimos optimistas mi marido y yo, nuestras vidas en Venezuela empezaron a cambiar por muchos factores, unos fueron muy positivos y otros no tanto, por lo que decidimos venir a España con nuestro hijo”, relata Nai, quien asegura que, en su caso, y gracias al apoyo de su esposo solicitó la equivalencia de su título universitario, para obtener finalmente el Grado en Ciencias Jurídicas. “Como la vida siempre te pone gente maravillosa en el camino, conocí a alguien que me dijo que podía hacer los estudios de Máster en la Universidad, y fue así como comencé a estudiar en La Laguna”, añade.
Fue precisamente mientras estudiaba el Máster cuando una profesora del mismo le ofreció la opción de hacer prácticas en Cáritas Diocesana de Tenerife, “y no me lo pensé ni un segundo”. “Inicié mis prácticas en el área de Desarrollo de Personas de Cáritas Diocesana de Tenerife, donde reaprendí a ver las cosas de otra manera, desde un punto muy personal y profesional, y aprendí mucho de compañeras como Andrea y Melania”, subraya Nai, quien insiste en que “todo el mundo sin excepción me acogió como una más del equipo, lo que me hizo sentir como una compañera más, una verdadera agente de Cáritas”.
Acogida y cercanía
Esa acogida y cercanía que le brindó Cáritas llevó a Nai a hacerse voluntaria, porque se dio cuenta de que la institución siempre estaba abierta para aquellas personas que están en situación de vulnerabilidad y necesidad. “A través del voluntariado me he reencontrado a mí misma, y mis compañeros y compañeras me han ayudado a recordar que soy la mujer a quien le gusta y le llena apoyar, ayudar, orientar y estar para quien más lo necesita; por eso Cáritas es el lugar indicado para ello”, recalca Naigiber.
Desde hace unos meses, Nai es voluntaria del proyecto “Construyendo Comunidad”, orientado al acompañamiento y apoyo para que las personas migrantes como ella logren romper las barreras que dificultan su integración social, así como favorecer la acogida en las comunidades. “El proyecto me ha permitido aportar, plantear, apoyar, valorar y ejecutar actividades en espacios de encuentro que fomentan la participación y reflexión de los participantes, quienes desde sus experiencias y vivencias están en la búsqueda de acciones que generen mejoras en la calidad de vida de todas las personas con las que convivimos en una comunidad, seamos migrantes o no”.
“Ser voluntaria ha sido para mí una experiencia de vida enriquecedora; nunca imaginé que podía ser parte de ello desde el acompañamiento y la mano amiga. Para mí, conocer a Cáritas Diocesana de Tenerife ha sido como el amor a primera vista, aunque suene a cliché, pero es que no hay otra definición, porque su gestión social y las personas que he conocido me hacen encariñarme cada vez más con la Casa, rompiendo para mi esas barreras y prejuicios de vida, aprendiendo a ver con nuevos ojos, a escuchar con mayor agudeza, a pensar con detenimiento y hablar con sutileza”, concluye Nai.
Actualizado 2 abril, 2024