Maruca y Pilar, una historia familiar de “amor con Cáritas”

Maruca y Pilar

Si hay dos personas que resumen la labor de acogida, acompañamiento y, en definitiva, de amor al prójimo y a los más vulnerables, ellas son María de la Cruz Perdomo y María del Pilar Sánchez, una madre y una hija que han estado más de media vida como voluntarias de Cáritas Diocesana de Tenerife.

La primera de ellas, ya fallecida, Maruca (o Uca, como la conocían cariñosamente en su barrio), “amaba a Cáritas de una manera profunda y sin fisuras”, explica su hija Pilar. “Mi madre, por su naturaleza y desde muy niña, ya ayudaba en el barrio, en aquellos años en los que las necesidades y las penas eran muchas. De la mano del párroco, Don Onésimo, comenzó con el grupo de Cáritas que se formó bajo la supervisión de Carmen Luisa, a finales de los años 70. Era un grupo de mujeres, sacerdotes y colaboradores que compartían la misma vocación e ilusión de hacer presentes a Cristo y a la Iglesia entre los más necesitados, a través de su presencia cercana, generosa y alegre”, subraya Pilar, que también lleva más de 15 años como voluntaria en la misma parroquia que su madre, Valleseco, en Santa Cruz de Tenerife.

Vocación de servicio

Allí encontró Maruca otra familia donde pudo desarrollar toda su vocación, que ella desempeñó con verdadera “pasión”. “Sintió que había encontrado su sitio, que Dios la había elegido para esta misión; y tan interiorizado lo tenía que jamás se negó a prestar ningún servicio, incluso aquellos que estaban muy por encima de su formación”, relata Pilar, quien recuerda que a su madre le encantaban las reuniones de coordinación, “los momentos de trabajo, de amistad y de compartir”. “Era una disfrutona, y no se perdía nada que tuviera que ver con el ocio con sus compañeras, que la querían mucho, la apreciaban y la cuidaron hasta el final. Yo creo que nunca tuve la oportunidad de darles las gracias por todo lo que hicieron por ella”, recalca Pilar.

Con el antecedente de su madre, la pertenencia de ella a Cáritas debería haber sido un hecho consumado, pero no fue así, ya que Pilar comenzó su andadura de servicio en la Iglesia con Don Domingo Marrero como catequista de poscomunión a finales de los 90, “una actividad que me encantaba”. “Realmente yo me sentía muy cómoda y feliz en cualquier servicio que he desempeñado en la Iglesia, pero hubo un hecho que desencadenó mi integración y mayor implicación en Cáritas. Fue un caso complejo, donde participaron varias instituciones, y había que facilitarle a un persona de toda la documentación necesaria de la que carecía, algo tan básico como su DNI. Su situación era muy precaria y su salud estaba comprometida. En este proceso me tocó ser su lazarillo y llevarlo de administración en administración; tenía que sellar el paro, resolver trámites en la Seguridad Social; pasar un tribunal médico, etc. Cuando logramos que tuviera las mínimas necesidades cubiertas, yo descubrí en mí más paciencia de la que creía tener; me hice menos escrupulosa y descubrí la cercanía que tenía con aquellos que sufrían el abandono y la soledad más profunda”, cuenta María del Pilar, quien se hizo más consciente de la necesidad de trabajar desde una posición, aunque modesta, por mejorar nuestro mundo”.

Cariño, dedicación y respeto

“Me replanteé mi vocación y lugar en la Iglesia, y Cáritas fue esa opción, porque además me permitía seguir colaborando en otras acciones pastorales”, asevera Pilar, quien explica que “todos estos años he realizado mi labor con el cariño, dedicación y respeto que merecen nuestros hermanos y hermanas más vulnerables”.

“Por enfermedad hubo un periodo en el que tuve que ausentarme o no estar al cien por cien, pero nunca he dejado de realizar mis obligaciones en mi parroquia, arropada por mi compañera Mariloly y mis compañeros/as del Arciprestazgo de Santa Cruz”.

“Mi madre fue muy feliz con mi decisión, y yo le agradezco a ella tantas cosas, pero especialmente que me “obligara” a colaborar en el caso de aquella persona, lo que abrió mi corazón a los demás y fijó mi postura en la vida”, insiste Pilar, quien concluye que “pertenecer a Cáritas es un privilegio y un honor del que todos podemos disfrutar desde cualquier ámbito y circunstancias de la vida”.

Actualizado 19 julio, 2022