El volcán de Cumbre Vieja lleva dos meses apagado, pero no sus consecuencias. Bastan algunos ejemplos. Aunque la lava no llegó a zonas como Puerto Naos, los vecinos todavía no han podido regresar a sus casas. Lo impide la concentración de gases nocivos para la salud. Canu Martín Mur, que es coordinadora de Cáritas Diocesana de Tenerife en la parte más afectada de la isla, tampoco ha vuelto a su vivienda desde que la dejó en septiembre. Tras meses de incertidumbre –se trasladó a vivir a Madrid con sus hijas–, en los últimos días de erupción la colada cubrió su huerto y se quedó pegada a la casa, a la que se trasladó a vivir hace casi 13 años con su madre, enferma de alzhéimer y que ya falleció. No sabe si ha sufrido algún daño y cuándo va a poder volver. Todavía están abriendo vías de comunicación para llegar a las lugares bloqueados. Se siente en un limbo. Y hay niños que no se han visto afectados, cuenta Jorge Concepción, uno de los párrocos de la zona y delegado arciprestal en Los Llanos, pero que se levantan por las noche para comprobar si el volcán está apagado.
«Ahora se va a ver el segundo desastre», afirma Valentín Rodil, responsable de la Unidad Móvil de Intervención en Crisis y Duelo del Centro de Escucha San Camilo. De hecho, dice que a las consecuencias ocultas del volcán habrá que añadir el abandono de los proyectos de atención que se han puesto en marcha para proteger a la población y que «han desaparecido ya sin ser sustituidos por otros». «Hay gente que empieza a estar triste, a llorar y a valorar las pérdidas. En este momento empieza el duelo», afirma. Rodil y otra experta del centro, Consuelo Santamaría, estuvieron en la isla bonita hace pocos días para encontrarse con afectados de varias parroquias, voluntarios de Cáritas, dos hijas de la Caridad recién llegadas y sacerdotes, ahora que los psicólogos de emergencia ya se han ido.
El trauma y sus consecuencias
Lo hicieron desde la Iglesia –la iniciativa ha sido promovida por la Diócesis de Tenerife y Cáritas con el apoyo de los religiosos camilos– y en la Iglesia, pues el templo de Argual acogió las sesiones. Les hablaron del duelo, del trauma y sus consecuencias, del valor de la escucha en estos momentos. Y escucharon mucho. Descubrieron que, además del de Cumbre Vieja, en su vida hay «otros volcanes», otros problemas que ya existían. El de la irregularidad de una mujer migrante, a la que la lava dejó sin casa de alquiler y se quedó sin nada, o el de la propia Canu Martín, que sufrió un ictus sin consecuencias cuando estaba en la península. «El volcán empezó cuando se terminó. Tenía que afrontar mi nueva realidad y necesitaba ayuda. Estuve llorando durante toda la sesión. Ahora estoy mucho mejor», reconoce.
Según explica Rodil, es normal que, tras la crisis, los afectados puedan tener pesadillas, miedos y temblores en el corto plazo. Si se prolongan en el tiempo ya sería «un problema». «Nos encontramos con personas con estrés postraumático, cuya situación hay que pasarla por el matiz de la individualización. Cada una tiene una experiencia personal y un nivel social diferente. Gente que ha perdido casas históricas, de sus abuelos y tatarabuelos… Hay personas mayores y niños aterrizando las emociones», explica. Precisamente Consuelo Santamaría, a raíz de un encuentro con profesores de Religión, pudo verse con 60 alumnos de ESO –más de la mitad afectados–, de un colegio. «Muchos acabaron dando gracias a Dios por lo que tenían, por salir de su zona de confort y ser conscientes de que sus compañeros sufren», señala Valentín Rodil a Alfa y Omega.
Grupo de escucha
De este primer acercamiento a la escucha ha surgido un grupo de en torno a 15 personas interesadas en continuar aprendiendo. El objetivo es, en un futuro no muy lejano, crear un centro de escucha. De hecho, a finales de abril, los expertos del Centro de Escucha San Camilo volverán a la isla. «La gente necesita que la escuchemos, no soluciones. Lo primero que solemos hacer ante un problema es buscar esa anhelada solución, valorar lo que nos están diciendo, pero estos días me han enseñado empatizar, a ponerme en la piel del otro. Hay situaciones que no tiene solución y es un duelo que hay que pasar y asimilar», reconoce la coordinadora de Cáritas Diocesana de Tenerife. Para Rodil, la escucha permite a la persona que habla sentirse reconocida y valorada. «Descubre que lo que piensa no es una idiotez, y eso ayuda a afrontar la situación. Solo con esto ya valdría, pero es mucho más», añade. Por ejemplo, puede ser útil para recuperar la memoria de quiénes somos, reconocer en nosotros las capacidades que nos han hecho salir adelante a lo largo de la vida, y proyectarnos en el futuro.
También las religiosas y sacerdotes que trabajan en esta zona se han implicado. Las dos hijas de la Caridad están recibiendo clases a distancia, mientras que los curas pudieron analizar si la escucha que ya realizan la hacen bien y cuáles son los aspectos que mejorar. «La gente está muy ilusionada con el proyecto», concluye Jorge Concepción.
Artículo publicado en el digital «Alfa y Omega» (Autor: Fran Otero)
Actualizado 24 febrero, 2022