Sara Pérez Díaz lleva más de una década en Cáritas Diocesana de Tenerife. Voluntaria de una acogida parroquial, actualmente es la coordinadora del Arciprestazgo de Santa Cruz Centro. Con su testimonio iniciamos una serie de entrevistas a distintos agentes de nuestra entidad, con el fin de dar a conocer nuestras acciones acciones y proyectos, especialmente durante los momentos más difíciles que hemos vivido debido a la crisis sanitaria de la Covid-19.
– ¿Cómo ha sido el último año en el proyecto, especialmente desde que se decretó el Estado de Alarma en nuestro país y se produjo el confinamiento?
«Mi opinión es que este último año y medio de nuestra vida, que ha estado marcado por la pandemia de la COVID, ha supuesto una prueba muy grande y exigente para Cáritas, que ha demostrado su eficacia y adaptabilidad a las nuevas relaciones y situaciones».
– ¿Cuál fue la respuesta de la comunidad parroquial y del municipio de Santa Cruz de Tenerife?
«Desde la comunidad parroquial no faltó la aportación económica ni la disposición en todo momento para echar una mano en lo que surgiera. Los Servicios Sociales en un primer momento no respondieron como tenían que haberlo hecho. Han sido lentos en dar respuestas urgentes a las necesidades básicas de los ciudadanos. Con las personas mayores hubo un esfuerzo añadido, pero no suficiente. Todo ha sido hecho sin presencia, sólo a través del teléfono y de Internet, vetando de esta forma a numerosas personas a las que desde Cáritas hemos tenido que ayudar a resolver el papeleo».
– A nivel personal, ¿qué momento fue el más difícil de todo este periodo?
«A nivel personal, el momento más difícil fue cuando nos comunicaron a las personas voluntarias mayores de 70 años que no debíamos estar presencialmente en las acogidas. Gracias a Dios, la “maquinaria” se puso en marcha y pronto pude seguir colaborando como enlace entre los participantes y los voluntarios/as más jóvenes, que junto con el párroco hicieron la acogida presencial todo el tiempo que duró el Estado de Alarma y el confinamiento. También colaboré con la animadora del territorio, aunque mucho menos de lo que hubiera deseado. Sentí muchísimo la cancelación de los cursos que en el Arciprestazgo teníamos en marcha: cocina, corte y confección y manualidades, así como los encuentros de coordinación arciprestal, las reuniones de formación parroquial, etc. Ha sido una situación muy complicada para todos».
– ¿Cómo vivieron los/as participantes del Arciprestazgo y de los proyectos toda esta situación?
«Los participantes me cuentan que se sintieron muy acompañados gracias a las llamadas telefónicas que les hacíamos. Al mantener abiertas las acogidas también pudieron recibir las ayudas que precisaban y se sintieron escuchados. Luego, hubo casos posteriores de confinamiento familiar y fueron las personas voluntarias quienes les hacían las compras y se las llevaban a casa. Algunos se quedaron sin trabajo y hubo que ayudarles con los recibos del alquiler y los suministros de agua, luz, etc, además de los medicamentos a aquellas personas con enfermedades crónicas, muchas de las cuales habían tenido que abandonar sus tratamientos por falta de recursos».
– ¿Cómo valora la acción de la Iglesia en estos momentos?
«La Iglesia ha cumplido con las normativas sanitarias y sociales y ha resurgido, gracias a las redes sociales, su misión de acompañar a los hermanos y hermanas más vulnerables. Socialmente, en general, creo que cada vez está más reconocida su labor social».
Actualizado 22 julio, 2021