Cáritas, la “familia” de Sado Touré en esta “orilla del mundo”

Sado Touré

Sado Toure vivía en un pequeño pueblo de Senegal llamado Nianing, muy cerquita de la costa y a unos cien kilómetros de la capital, Dakar. Un pueblo de pescadores, donde los niños y niñas sueñan con llegar algún día hasta lo que ellos y ellas llaman El Dorado europeo. Con ese propósito, el sábado 11 de octubre de 2020, a las diez de la noche, Sado y su hermano pequeño Mamadou se embarcaron en una patera junto a otras 116 personas, una durísima travesía que al menos a Sado lo marcaría para siempre. “El viaje fue muy difícil e incomprensible, porque es una auténtica locura”, explica el joven africano, quien deja claro que “el viaje es tan duro que es muy difícil de contar y explicar”. “Algunos mueren por hambre, otros mueren por sed o depresión, porque no comen bien, no duermen, están de pie en la patera, con frío; 10 o 15 días sin saber cuándo vas a llegar a tu destino. Pero, como se suele decir, si quieres algo, algo te cuesta”, agrega Sado.

Como tantos otros chicos senegaleses de su edad, Sado Touré dejó a su familia y a sus amigos para buscar una vida mejor “por ellos”, porque especialmente su familia sufre los avatares de una compleja situación económica que los sitúa en la pobreza más extrema. “Esa fue la razón por la que entré escondido en la patera con mi hermano, y eso fue lo más peligroso, porque si nos hubieran visto, nos habrían matado. Pero, gracias a Dios, pudimos escapar, después de pasar ocho días en el mar sin comer ni dormir”, relata Sado.

Aquella promesa

El quinto y sexto día fueron los más duros en la patera, porque las olas entraban directamente en la barquilla y esta empezó a llenarse de agua. La gente gritaba, lloraba, diciendo que morirían todos. Sin embargo, en ese momento, y con lágrimas en los ojos, Sado se giró hacia su hermano, lo cogió en sus brazos y le dejó claro que, o sobrevivían los dos, o moriría por él. Fue esa promesa y esa fuerza la que hicieron que ambos finalmente llegaran a su destino, la costa canaria.

Después de pasar dos años en un centro para menores extranjeros no acompañados, Sado volvió a sufrir un nuevo revés al cumplir la mayoría de edad. Como tantos otros chicos africanos que llegan a nuestro país en situación administrativa irregular, se quedó en la calle y sin recursos. Fue entonces cuando Cáritas entró en su vida.

Atención básica y acompañamiento

Con el apoyo del Arciprestazgo de Tacoronte, y junto a otros cinco jóvenes africanos, Sado logró establecerse en un piso de alquiler en La Victoria, una vivienda que le ayudan a pagar algunas familias que lo conocen por su afición al atletismo y las clases de español que recibe. Mientras, Cáritas lo arropa con ayudas de alimentos, productos de primera necesidad, bonos de transporte y asesoramiento jurídico y en materia de empleo.

​Dos años después de ese primer encuentro con Cáritas, Sado sigue recibiendo periódicamente tarjetas de supermercado para hacer la compra, y aprovecha su encuentro con las voluntarias para hablar de su prometedora carrera como atleta profesional. No en vano, bajo la dirección del prestigioso entrenador Andrés de la Rosa, fue el primer atleta sub’20 en el último Campeonato de España Absoluto, en la prueba de 5 kilómetros en ruta, y finalizó en el puesto 35 de la general.

Con Aby, voluntaria de Cáritas que hace algunos años estuvo de cooperante en África, Sado habla de sueños por cumplir y metas que cruzar, no solo en el mundo del atletismo, también en la vida. Quiere ser mediador cultural y está muy agradecido con Cáritas, de la que siempre recalca que es su “familia” en “esta orilla del mundo” en la que está ahora.

 

 

Actualizado 18 febrero, 2023