Al igual que para otros miles de migrantes que llegan a las Islas Canarias en busca de un futuro mejor, el camino no ha sido fácil para el italiano Michel Romano, que hace casi siete años abandonó su pueblo natal, Lecce, con la esperanza de mejorar su situación y la de su familia. Su elección de venir a Tenerife, sin embargo, fue más una “corazonada” que otra cosa, ya que confiesa que su primera opción siempre fue ir a Alemania, donde tenía algunos amigos que le podían ayudar a empezar de cero. Sin embargo, el consejo de unos conocidos y el convencimiento de estos de que el Archipiélago era el destino ideal para él, hizo que Michel no se lo pensara dos veces y aterrizase en la Isla el 28 de enero de 2018.
“Será una fecha que nunca olvidaré, porque fue el día de las muchas ‘primeras veces’. Era la primera vez que subía a un avión, y tuve que coger tres; también era la primera vez que dejaba a mi familia atrás, a mi esposa Mónica, a mis hijos, a mi padre Gianni, que tanto insistió, que incluso fue él quien me compró el billete para que me marchara a buscar una nueva vida, a pesar de que padecía una grave enfermedad que pronto me lo quitaría prematuramente”, confiesa Michel, quien recuerda que “durante todo el trayecto pensé y pensé en esta «llamada» a dejarlo todo y partir hacia lo desconocido, hacia un pequeño punto en medio del Océano Atlántico”.
Ligero de equipaje
“No sabía qué me impulsaba, o más bien lo sabía, pero no era del todo consciente de que era nuestro Señor quien me guiaba. Llevaba conmigo muy poca ropa, un librito sobre la vida de Abraham y una carta de referencias del arzobispo Michele Seccia, que acababa de tomar posesión de su cargo en la Diócesis de Lecce”, expone Michel, que nada más llegar a Tenerife acudió a la parroquia de San Antonio de Padua, donde el párroco Antonio Gómez Santos, fue quien lo acompañó (y lo sigue haciendo) durante su camino de “crecimiento personal y espiritual”.
“Como yo no sabía español, don Antonio empezó a acompañarme por toda la ciudad para resolver mi situación burocrática, y mientras tanto me enseñaba todos los lugares históricos y las iglesias de la ciudad, hablándome siempre en español, tanto que a los pocos meses ya era capaz de mantener una conversación en español”, asevera Michel, que tuvo que ser atendido y ayudado por la Cáritas parroquial durante aquellos primeros meses.
Apoyo y acompañamiento
“No tenía ropa y me vestían; no tenía dinero y me daban de comer; sufría mucha soledad lejos de mi familia y de mi ciudad, y los parroquianos siempre estaban ahí para consolarme y estar cerca de mí en todo momento. Aprendí a ser servido y a ser humilde, aprendiendo y viviendo yo mismo el verdadero significado del Evangelio”. Por eso, casi siete años después de aquello, Michel confiesa que “ahora comprendo perfectamente lo que sienten las personas que acuden a mí desesperadas por la falta de trabajo y de estabilidad familiar, porque yo mismo viví sus pruebas y momentos oscuros; y por eso me entrego por completo para que estas personas tengan su oportunidad y salgan de su «noche oscura»”.
Porque, después de aquellas dificultades iniciales, Michel consiguió encontrar su primer trabajo en un call center, e inmediatamente le dijo a su mujer y a sus dos niños que se vinieran a vivir con él a Tenerife, donde aterrizaron unos meses después. “Durante medio año vivimos los cuatro en una casa compartida con otras personas, una situación muy complicada, pero nos bastaba con estar juntos y sabernos queridos por nuestros amigos de la parroquia, como Ruth, Rebeca, Carmen, Rosy, Virginia, Yoan, Dailos, Elena y otros muchos”. Así comenzó una nueva aventura para Michel y su familia. El resto fue una sucesión de cambios que les hicieron “crecer y madurar”. “Decidí presentarme al examen de Acceso a la Universidad para mayores de 25 en la Universidad San Dámaso de Madrid, donde luego me matriculé como estudiante de Ciencias Religiosas”, recuerda Michel, quien además comunicó al obispo emérito, Bernardo Álvarez, su deseo de ser un servidor de la Iglesia y postularse al Diaconado permanente. Este es un ministerio que encuentra su fundamento en Cristo servidor y que tiene como su fin último el cuidado de los pobres y vulnerables. Aquí en Tenerife hay actualmente 11 diáconos permanentes y 5 candidatos ya instituidos acólitos, a la espera de una futura ordenación cuando se nombre al nuevo obispo de la Diócesis Nivariense.
Inserción laboral
“El 28 de enero de 2025 cumpliré siete años viviendo en Tenerife. Mucho tiempo que ha pasado, en general, bastante rápido. Hoy puedo decir con alegría que trabajo en Cáritas Diocesana como técnico laboral. Básicamente, soy un intermediario laboral que pone en contacto a candidatos y empresas a través de un camino de crecimiento, formación y sensibilización. Es un trabajo que me permite estar en contacto con personas y familias con dificultades y ser un punto de referencia para ellas. Más que un trabajo, lo considero una verdadera misión que me ha sido encomendada por la Iglesia”, denota Michel, quien reconoce que “cada día es un regalo, una llamada a ser instrumento y testigo del Amor del Padre”. “Este trabajo, además de permitirme ser un apoyo para mi familia, también me ayuda a cumplir una función muy importante en mi vida, que es responder a la llamada que recibí del Señor hace años, y que me ha llevado hoy a ser acólito instituido, prestando mi servicio pastoral en las parroquias de Nuestra Señora del Camino y San Agustín, dirigidas por el amigo Don Manuel Marrero”, reitera Michel.
De su experiencia y lo vivido, Michel ha aprendido que “no hay que rendirse nunca. Por dos sencillas razones: la primera es que como católicos tenemos el deber de ser esperanza viva, de dar testimonio con nuestra vida, con nuestro ejemplo. Debemos ser perfectos imitadores del Maestro que, habiendo sido joven como nosotros, nunca se rindió ante las muchas dificultades de su tiempo. Jesús estaba seguro de que el Padre nunca le dejaría solo, incluso cuando todo parecía perdido, incluso cuando todo se oscureció, Jesús siguió hablando con el Padre hasta su último aliento. Y, en segundo lugar, que no hay que tener miedo porque Jesús está con nosotros. Nos ha preparado un camino, y no hay nada que temer si aceptamos subirnos a esa barca y dejarnos llevar por la corriente”, concluye.
Actualizado 22 noviembre, 2024