«Esperanza, más que optimismo»

Ceniza

Hay una lucha secreta en cada corazón. Lucha el deseo de hacer las cosas bien con la realidad personal y social que incluye, inevitablemente, el fracaso y el error. No todo nos sale bien. Esa lucha es tan callada y silenciosa que, a veces, las lágrimas quieren esconderse y las heridas ocultarse de la mirada ajena. Pero es tan real como nuestro propio corazón. Y ahí, en nuestro secreto, lucha el optimismo pretendido con el pesimismo conseguido. ¡Qué lucha tan fea! No nos gusta…

Cuánto sabemos en Cáritas de proyectos y programas no conseguidos del todo o en nada. Y volvemos a levantarnos con la fuerza de una creatividad que va más allá de nosotros mismos. Y volvemos a proyectar y a programar. Porque algo anida en nuestro corazón que se resiste a dejarse vencer por el pesimismo. Permítanme que les diga que eso que hay ahí, que está en toda persona, es un aliento divino del Espíritu de Dios. Eso que se muestra cuando menos lo esperamos se llama Esperanza.

Aunque no todo salga bien, todo tendrá sentido. Ese es el grito silencioso de la Esperanza. Y Cáritas solo podrá seguir existiendo si le damos rienda suelta a la Esperanza. Esa locura que nos hace saltar por encima de las dificultades y soportar la cruz del fracaso de un acompañamiento frustrado. Si no te importa que no te entiendan del todo, cuando has mimado tu discurso, y vuelves a reformularlo una y otra vez, es que tienes Esperanza.

Año Jubilar

Esta Cuaresma se ubica dentro del Año Jubilar 2025 —esos son los años desde el nacimiento de Jesús de Nazaret—, y el Papa nos ha regalado un lema que debemos recordar y repetirnos: “Peregrinos de la Esperanza”. Esa es la identidad de un agente de Cáritas: peregrinar sobre los lomos de la Esperanza, descubrir rendijas para cualquier mínima posibilidad, luchar contra el desánimo personal y ajeno, enarbolar como bandera que “(…) todo tendrá sentido”. Jesús es la manifestación histórica de Dios, que ha querido hacerse hermano de la humanidad. Y no me digan que no es locura de amor por su parte intentar sanar tanto corazón resentido, envidioso, egoísta, pretencioso, enrabietado… Incluso su misma muerte en cruz es el resultado de una locura amorosa que no se cansa de volver a intentarlo todo con tal de salvar a una única persona. Y seguir, y volver, y entregar, y lograr…

Por eso, sabemos que la Esperanza tiene las patitas cortas y afirmadas en el suelo del cielo. Viene de arriba, aunque no lo sepamos o no lo creamos. Es un don grande que nos hace superar los límites que nos ponemos o que sufrimos. Por delante, cuarenta días —la Cuaresma— para rescatar en los rincones del alma la Esperanza. Buen camino cuaresmal.

 

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas Diocesana de Tenerife